Historiadora de la guerra y la violencia en la Europa central moderna, la profesora Jadwiga Biskupska elaboró allá por el 2013 una tesis doctoral (en Yale, bajo la supervisión de Timothy Snyder) sobre Elites and Extermination: Warsaw under Nazi Occupation, 1939-1944. De esa investigación han salido bastantes textos cortos, pero ahora nos llega su primer libro:  Survivors. Warsaw under Nazi Occupation (Cambridge UP).

Y así da comienzo la introducción:

“La Segunda Guerra Mundial destruyó la ciudad de Varsovia. En el verano de 1939, era una próspera metrópolis, el “París del Este”. Capital en expansión de un Estado soberano de Europa del Este, la Segunda República Polaca, constituía el epicentro de la vida nacional y cultural polaca. En la Navidad de 1944 era una montaña de escombros. Los que habían construido el primer Estado polaco independiente del siglo XX y habían hecho de Varsovia su hogar estaban muertos, encarcelados o exiliados. Habían perdido su estado, su ciudad y su hogar a manos de la violencia alemana nazi.

Este libro cuenta la historia de un puñado de polacos con conciencia política y el mundo que perdieron bajo la ocupación, una de las más crueles de la historia moderna. Examina la intelectualidad de Varsovia y su comportamiento bajo la ocupación nazi de 1939 a 1944. Este grupo de élite lideró las respuestas a la violencia nazi, de la que nunca estuvieron a salvo. Durante más de cinco años Varsovia vivió, como recordaba un polaco, “bajo un terror horrible”, como si “tuviéramos una pistola constantemente en la cabeza”.  A pesar del enorme peligro, la élite de la capital se embarcó en una vertiginosa serie de iniciativas para captar la lealtad del público polaco, preservar su patrimonio nacional, evitar volverse loco y expulsar a sus odiados ocupantes. Algunas fueron fracasos desastrosos y otras éxitos notables. El Holocausto de la comunidad judía de Polonia -y de Europa- se desarrolló simultáneamente, eclipsando la persecución de la mayoría de los polacos no judíos. La respuesta de las élites polacas a las diferentes políticas de ocupación puso de manifiesto las cruciales fracturas étnicas y religiosas del proyecto nacional polaco. El último esfuerzo anti-ocupación dirigido por las élites fue un levantamiento militar en el verano de 1944, que sus ocupantes aplastaron, arrasando la ciudad que había sido el centro de la resistencia polaca desde 1939.

Los comportamientos polacos y alemanes en tiempos de guerra se basaron en la tradición. Mientras la Alemania de Adolf Hitler planeaba su invasión de Polonia, un audaz intento de asegurarse el Lebensraum o “espacio vital” racial, le preocupaba que la intelectualidad de Varsovia -educadores, médicos, abogados, burócratas, periodistas, sacerdotes, oficiales militares, intelectuales y otros de su calaña- socavara la capacidad de Alemania para controlar Polonia a largo plazo. Varsovia, la mayor ciudad de la región, era clave para la expansión alemana nazi y la extracción de mano de obra y recursos naturales eslavos. La intelectualidad de la ciudad había desempeñado un papel social, cultural y político integral en la Polonia de entreguerras y en la tradición nacional polaca durante generaciones, como bien sabían los alemanes: eran constructores del Estado y de la nación. Si algún grupo podía montar una oposición sostenida, eran ellos. Por eso se convirtieron en el objetivo de un genocidio preventivo nazi al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Los policías nazis mataron y encarcelaron a los intelectuales durante su invasión de Polonia en 1939, pero de forma aleatoria. Los planificadores nazis perdieron la pista de sus objetivos o los malinterpretaron; la intelectualidad era una maraña desordenada de individuos que abrazaban el proyecto nacional polaco, especialmente cuando estaba amenazado, más que un grupo profesional o político discreto. En respuesta a sus primeros intentos fallidos de subyugar a la élite, la Alemania nazi instaló una administración de ocupación draconiana en Varsovia y comenzó una campaña de asesinatos contra la intelectualidad que continuó durante 1939 y 1940. Esta campaña llenó las cárceles de la ciudad a rebosar: El “exceso” de víctimas fue a parar a los campos de concentración. Con un número de muertos cercano a los 100.000, las matanzas nazis provocaron una resistencia militar, política y cultural sostenida. En 1941, los nazis abandonaron la campaña antiintelligentsia en favor de una mezcolanza no sistemática de terror y represalias sangrientas -una campaña de contrainsurgencia- que continuó hasta que el Ejército Rojo los expulsó

La temprana persecución de la intelectualidad de Varsovia por parte de la Alemania nazi fracasó y los polacos idearon diversas formas de socavar la ocupación y recuperar su Estado, así como el control de la sociedad polaca. Los individuos que construyeron los proyectos de resistencia más grandes y ambiciosos están en el centro de este argumento: mientras que muchos se dedicaron a la “resistencia pasiva”, al “exilio interno” o a la cooperación de esperar y ver, haciendo la vista gorda ante la violencia nazi contra los que no pertenecían a la comunidad nacional polaca, la atención se centra en los que emprendieron acciones para inspirar a la población en general y socavar la ocupación nazi. En otras palabras, el tema de este libro son los individuos que continuaron la misión de construcción de la nación de la intelligentsia bajo la ocupación, y la tarea es entender el éxito que tuvieron. Las redes de información, incluidas las publicaciones y la mensajería clandestinas, y el sistema escolar “secreto” fueron especialmente eficaces; las actividades religiosas católicas y la resistencia militar fueron vulnerables a la volátil situación internacional y más rocosas en sus logros. Las iniciativas que dependían del apoyo internacional no podían ser controladas desde Varsovia. La independencia política era uno de esos proyectos y, por tanto, inalcanzable; los esfuerzos de construcción de la nación, sin embargo, produjeron victorias significativas.

En esta historia interviene un complejo elenco de personajes, entre los que se encuentran algunos que resultarán familiares al público anglosajón y otros que encontrarán por primera vez. Jan Karski, mensajero internacional y más tarde profesor de la Universidad de Georgetown; Karol Wojtyła, más tarde Papa Juan Pablo II; y Władysław Sikorski, primer ministro del gobierno del exilio en Londres, aparecen junto a otros desconocidos fuera de Polonia, como Stefan Starzyński, el último alcalde de Varsovia; Aleksander Kamiński, líder scout, insurgente y publicista clandestino; Zofia Kossak, activista católica y salvadora del Holocausto; Witold Pilecki, el oficial del ejército que se coló en Auschwitz, y Władysław Studnicki, el colaborador de la Primera Guerra Mundial que pidió a los nazis que delegaran en él y acabó siendo su prisionero. Los intelectuales que sobrevivieron a las campañas de exterminio de 1939-40 eran personas dinámicas, aunque frustradas, que lucharon contra las limitaciones de la ocupación e intentaron construir un futuro mejor para sí mismos y para Polonia, aunque rara vez se pusieron de acuerdo sobre cómo hacerlo.

(…)”.

© Cambridge University Press / Jadwiga Biskupska

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